martes, 5 de noviembre de 2013

Leyes del comportamiento


El ministro Wert tiene el dudoso honor de ser, nuevamente, protagonista en este blog.

Cuando decimos que la experiencia es la madre de la ciencia, significamos la importancia de la observación para estudiar, y justificar, las leyes físicas o matemáticas de la naturaleza que personas muy inteligentes han sido capaces de enunciar. En ese grupo tenemos a Kepler, con sus leyes sobre el movimiento de los planetas de nuestro Sistema Solar, o el mismísimo Newton con su fórmula sobre la gravitación universal cuyo origen se nos ha contado siempre en plan parábola para que lo entendiésemos. Me refiero a la siesta bajo el árbol y la manzana que le cayó encima. Y, por supuesto, a otros muchos que han ayudado a que la humanidad progrese.

Pues bien, si imaginamos a un trabajador al que asignan la responsabilidad de dirigir el sistema educativo de un país de forma que garantice que, en el futuro, los cachorros de las clases dirigentes seguirán heredando de sus progenitores ese liderazgo, nada mejor que cepillarse las ayudas a los que las necesiten para poder generarse un futuro mejor. No vaya a ser que, con esas ayudas (léase becas, o léase potenciación de la escuela pública, o léase contención del coste de las matrículas, o léase implementación real del plan Bolonia....) algunos hijos de currantes acaben siendo los dirigentes de esos cachorros. Cortemos la posibilidad de la igualdad de oportunidades, entendida como desarrollo de la propia capacidad, y aseguraremos un futuro sin competencia para los bienaventurados, aunque algunos sean más mediocres pese a la elitista educación recibida.

La última actuación digna de tribunales de Justicia (que es donde puede acabar si no le rectifica su jefe) es la de cargarse la ayuda a los Erasmus. Porque sacarse de la manga la Nueva normativa una vez comenzado el curso, es digno de ser sentenciado, condenado y menospreciado. Curioso, tres días después de conceder esta ayuda a la catedral de La Laguna. ¿Acaso tiene miedo de que, siguiendo con el razonamiento del párrafo anterior, los hijos de los trabajadores sepan idiomas y se lo pongan más difícil a los cachorrillos?

Por otra parte sabemos que un burro es capaz de dar coces, pero sin una estrategia definida. Simplemente por instinto. Un burro no es inteligente, por definición. Tampoco una persona inteligente debería comportarse como un burro, dando coces siempre en una determinada dirección. Se supone que tiene principios éticos, moral, vergüenza. Pero claro, si se está al servicio de los más poderosos y se es vil y servil, nada le detiene. Consigue llamar la atención hacia sus actuaciones y nos olvidamos de otras que, sus compañeros de gabinete y/o facción, llevan a cabo. Un buen día se le reestructura con un buen finiquito y.....a escribir sus memorias.