martes, 23 de marzo de 2010

Cine: El libro de Eli


Aunque me gusta muchísimo el cine, no he comentado nada sobre películas en este blog porque, entre otras cosas, consumiría excesivos recursos tanto del sistema como propios. No obstante, por pura carámbola, este pasado fin de semana asistí a una proyección de esta película, atraído por su protagonista. Después de verla, me cuesta creer que Denzel Washington aceptase un papel como este. Se trata de la incoherencia de un personaje que, tras un cataclismo nuclear, siente una voz interior que le lleva a dirigirse al sitio donde puede salvar el único ejemplar del libro que lleva consigo (la Biblia), que puede ayudar a renacer una nueva humanidad. Pero eso si, con la violencia pseudojusticiera del Charles Bronson de hace unas décadas con una diferencia importante, cada vez que hay que ayudar a alguien pasa de largo, autojustificándose al repetirse aquello de "no es asunto tuyo, sigue tu camino". Pero cada vez que le importunan, es implacable con sus acosadores.
La película está bien hecha, casi en un blanco y negro postcatastrófico y con unos personajes bastante repulsivos.
Lo que más me llamó la atención es la definición que hace "el malo de la película", del libro que tanto desea y quiere arrebatar al protagonista. Está hablando con su lugarteniente al que extraña la obsesión de su jefe, convertido en una especie de déspota poderoso de una pequeña población con la ambición de extender su dominio a otras agrupaciones de supervivientes y se lo justifica diciendo algo así como: "Se trata de un arma muy poderosa que sirve para controlar los corazones y las mentes de los débiles y los desesperados, a los que les sirve como motivación". Es decir, intuye que es el manual de procedimientos, el libro-guía que le debe permitir ejercer una autoridad más allá de toda duda y llegar a lo más profundo de sus súbditos, asegurándoles que, en el otro mundo, se satisfarán sus deseos de justicia.
Tela....., estará interpretando ese personaje a algún descendiente de S. Pedro ?

miércoles, 17 de marzo de 2010

Salvaguarda espiritual


Como no podía ser menos, hoy he vuelto a recibir la felicitación que, como cada año, me envía nada menos que D. Isidoro Alvarez como presidente de El Corte Inglés, con motivo de mi próxima "onomástica"; o lo que es lo mismo, mi "santo". Con independencia de que apostatase hace ya treinta y cinco años (si, poco antes de los últimos estertores de Franco), siempre me hace sonreír el recibir su carta, al igual que la felicitación de Navidad que tampoco falla nunca.
Ya se que no es un detalle individual y que la magnífica informática de la empresa hace muy bien lo que le dicen que haga, pero no deja de ser curioso que en una época en la que lo que ha tomado auge es la celebración del cumpleaños (algo que si tiene mucho que ver con cada persona), una empresa mercantil siga utilizando esa fórmula como cortesía de acercamiento al cliente.
No se preocupe, sr. Alvarez, que como la mayoría de los españoles seguiré siendo fiel cliente suyo por su excelente estrategia de anteponer sus intereses inmediatos al servicio y satisfacción del cliente. Tan solo una vez me defraudó en todos estos años. Cuando retiraron de su librería el libro de Alfonso Grimaldos "Zaplana, el brazo incorrupto del PP", por lo que tuve que ir a Carrefour para disfrutarlo.

martes, 16 de marzo de 2010

Manuel Vicent


La nueva novela que acabo de terminar es de las que te traen recuerdos lejanos de vivencias similares que has tenido o, al menos, son cercanas.
La propia imagen de portada, con el Hotel Voramar de Benicasim, que fue escenario de la película "Novio a la vista", es la última escala que recorría en el tren antes de meterte en los túneles de "La Renegada", camino de las vacaciones estivales en Oropesa del Mar, de tantos y tan gratos recuerdos de infancia, adolescencia y primera juventud.
Una vez más, las personas, las situaciones, los niveles sociales (más bien políticos) consecuencia de vencedores y vencidos, así como la descripción de paisaje, luz, sensaciones, sentimientos... descritos magistralmente por Manolo Vicent, hacen que esta novela costumbrista sea leída en un santiamén, metiéndote de lleno en el sentir de los personajes. No es nuevo este dominio de la descripción del autor, pues no hay más darse un paseo en el "Tranvía a la Malvarrosa" para darse cuenta de la facilidad en plasmar en el texto escrito (en este caso, también en el cine) a los personajes, sus circunstancias, sus anhelos, sus frustaciones...., con las que te acabas identificando.
Todo un regalo para una magnífica tarde.

viernes, 12 de marzo de 2010

Imágenes para el recuerdo

















He aquí algunas de las imágenes censuradas por los dirigentes de la Diputación valenciana. La verdad es que no tienen desperdicio.
El Ricky Costa desesperado por ser el chivo expiatorio que solo hizo lo que le dijeron que hiciese con quien lo hizo.... el Ansar, partiéndose de la risa de que los estómagos agradecidos lo encumbren a la gloria del saber, la actitud soberbia del Molt Honorable, más en contacto con lo Supremo que con lo terrenal pese a tener que comparecer ante el juez....
En fin, lo triste es que el meninfotismo que nos caracteriza a los valencianos y la nula ética existente en la clase política seguirá manteniendo a estos especímenes en el candelero de la gestión de la cosa pública.


jueves, 11 de marzo de 2010

Las cruzadas vistas por los árabes



Recomendado por mi buen amigo y compañero de la UPV, Carlos Hernández Franco, no he podido evitar leer con detenimiento esta obra.
Me gusta mucho la sensibilidad del autor que da referencias de autores que, en todo caso, tendrían una subjetividad sería diferente al ser "historiadores cristianos".
Por una parte, nos confirma las tremendas luchas entre las diversas dinastías árabes. Selyúcidas, chiitas, fatimitas, sunnitas, etc. en lucha permanente entre ellos, con asesinatos entre hermanos, se unen ante el enemigo común pero, muchas veces, se alían con él traicionándose entre ellos. La verdad es que tampoco es una relación que diste tanto de la que se da en los reinos occidentales de la época.
No deja de sorprender que, ya desde el siglo X, se hable de la yihad como sentimiento surgido del pueblo frente a sus corruptos dirigentes, ensalzando la figura de Hasan as-Sabbah, como jefe de los asesinos que constituyen los comandos suicidas de la época, llamados fedais, normalmente drogados con hachís (--> hashishiyun --> hashashin --> asesino). Se integran en la comunidad y familiarizan con las costumbres de sus víctimas. El asesinato (la ejecución, según ellos) debe ser ante la mayor cantidad posible de gente, por lo que suelen elegir el mediodía de los viernes, en las mezquitas, aunque eso significa la inmolación del atacante. Llegan a crear sus propias milicias armadas e incluso a controlar la administración, en Damasco. Antecedente, sin duda, de que aquellas lluvias traen estos lodos y que los pueblos que ignoran su historia están condenados a repetirla.
Pero, empezando por el principio, los musulmanes estaban tranquilos, con sus correrías, por sus territorios, disfrutando de la vida y siendo la avanzadilla de la cultura de la humanidad, hasta que aparecieron unos invasores, incultos y caníbales que blandían un símbolo que les justificaba todo.
En la página 67 podemos leer: "En Maarat, los nuestros cocían a paganos adultos en las cazuelas, ensartaban a los niños en espetones y se los comían asados. Esta confesión del cronista franco Raúl de Caén no la leerán los habitantes de las ciudades próximas a Maarat, pero se acordarán mientras vivan de lo que han visto y oído."
En la página 69 continua:"...sigue siendo de un horror sin par una frase del cronista franco Alberto de Aquisgrán, que participó personalmente en la batalla de Maarat: ¡ A los nuestros no les repugnaba comerse no sólo a los turcos y a los sarracenos que habían matado sino tampoco a los perros!".
El respeto por los procedimientos judiciales también resulta patente en la descripción de un "juicio de Dios" aplicado por los cruzados que podemos leer en las páginas 188 y posteriores. Destacamos el comentario: "...para los árabes del siglo XII la justicia era algo serio. Los jueces, los cadíes, eran unos personajes sumamente respetados que, antes de dictar sentencia, tenían la obligación de atenerse a unos procedimientos muy concretos que fija el Corán: requisitoria, defensa, testimonios. El "juicio de Dios" al que los occidentales recurren con frecuencia, les parece una farsa macabra."
El libro tiene una dificultad en su lectura y se refiere a los nombres árabes y las relaciones familiares entre ellos, careciendo de una cierta cronología pues avanza y retrocede en el tiempo con cierta frecuencia. Y se echa de menos un glosario que nos permita entender las diferencias entre los diversos grados (emir, visir, califa, cadí...).
También te hace pensar en la poca seriedad histórica que tiene cualquier película o serie histórica que podamos disfrutar en la gran pantalla o en la TV pues siempre se mantienen valores como el honor, la lealtad, el sacrificio....cuando todo eso no forma parte de los valores de la época y lo que se practica y prevalece es la avaricia, el poder, el fin lo justifica todo, la traición, el engaño, los abusos, asesinatos, robos, usurpaciones....