sábado, 25 de septiembre de 2021

Escuchar....entre líneas

 

Probablemente casi todos hemos escuchado una argumentación que podemos denominar “generalista” utilizada durante una discusión, debate o intercambio de opiniones sobre diferentes tipos de temas, ya sean políticos, religiosos, pseudocientíficos, deportivos o de cualquier naturaleza. Me refiero al comentario que trata de rechazar la tesis propuesta por el interlocutor, sin recurrir a argumentos o datos contradictorios que puedan ponerla en duda, diciéndole: “Parece mentira que, con tu inteligencia (o preparación, o experiencia, o …), digas eso (o defiendas esa postura)”.

Me parece un comodín, bajo y rastrero además de hipócrita, que lo que realmente está diciendo es lo siguiente:

Como no puedo ridiculizarte porque es obvio que tu formación es superior a la mía…

Voy a tratar de “desestabilizarte emocionalmente” para hacerte dudar, y

Dejo claro al resto de contertulios que “juego limpio” pues reconozco tu superioridad “moral”, o formativa, o informada, y….

De paso, demuestro que no es “oro todo lo que reluce” y tu preparación estará adornada de un buen curriculum pero…..a saber si es cierto o cómo lo has logrado, porque servir no te ha servido para nada.

Lamentablemente, aunque pueda parecer soberbia, en esos momentos hay que contestar algo así como lo siguiente: “Me parece que tu reconocimiento a mi formación (preparación, información, inteligencia) no es muy sincero porque tu comentario debería ser al revés. Es decir, deberías preguntarte que si he llegado a esa conclusión con mi (lo que sea), será por algo, y pedirme que te lo explique, para ver si eres capaz de entenderlo”.

Es decir, normalmente se piensa que uno siempre está en lo correcto y, si alguien disiente, es el otro el que está equivocado. No queremos aceptar, y menos públicamente, la posibilidad de estar en un error. En consecuencia, si el interlocutor está menos preparado, es más joven o tiene menos experiencia, somos condescendientes y desde nuestra “altura” decimos “ya lo verás (o lo descubrirás, o lo comprobarás, o hazme caso que sé lo que te digo)”. Pero si no es así, si tenemos que reconocer la mayor preparación del oponente, recurrimos a ese cinismo. El caso es no dar el brazo a torcer, en resumen, no aprender porque nosotros….ya lo sabemos todo.