jueves, 11 de marzo de 2010

Las cruzadas vistas por los árabes



Recomendado por mi buen amigo y compañero de la UPV, Carlos Hernández Franco, no he podido evitar leer con detenimiento esta obra.
Me gusta mucho la sensibilidad del autor que da referencias de autores que, en todo caso, tendrían una subjetividad sería diferente al ser "historiadores cristianos".
Por una parte, nos confirma las tremendas luchas entre las diversas dinastías árabes. Selyúcidas, chiitas, fatimitas, sunnitas, etc. en lucha permanente entre ellos, con asesinatos entre hermanos, se unen ante el enemigo común pero, muchas veces, se alían con él traicionándose entre ellos. La verdad es que tampoco es una relación que diste tanto de la que se da en los reinos occidentales de la época.
No deja de sorprender que, ya desde el siglo X, se hable de la yihad como sentimiento surgido del pueblo frente a sus corruptos dirigentes, ensalzando la figura de Hasan as-Sabbah, como jefe de los asesinos que constituyen los comandos suicidas de la época, llamados fedais, normalmente drogados con hachís (--> hashishiyun --> hashashin --> asesino). Se integran en la comunidad y familiarizan con las costumbres de sus víctimas. El asesinato (la ejecución, según ellos) debe ser ante la mayor cantidad posible de gente, por lo que suelen elegir el mediodía de los viernes, en las mezquitas, aunque eso significa la inmolación del atacante. Llegan a crear sus propias milicias armadas e incluso a controlar la administración, en Damasco. Antecedente, sin duda, de que aquellas lluvias traen estos lodos y que los pueblos que ignoran su historia están condenados a repetirla.
Pero, empezando por el principio, los musulmanes estaban tranquilos, con sus correrías, por sus territorios, disfrutando de la vida y siendo la avanzadilla de la cultura de la humanidad, hasta que aparecieron unos invasores, incultos y caníbales que blandían un símbolo que les justificaba todo.
En la página 67 podemos leer: "En Maarat, los nuestros cocían a paganos adultos en las cazuelas, ensartaban a los niños en espetones y se los comían asados. Esta confesión del cronista franco Raúl de Caén no la leerán los habitantes de las ciudades próximas a Maarat, pero se acordarán mientras vivan de lo que han visto y oído."
En la página 69 continua:"...sigue siendo de un horror sin par una frase del cronista franco Alberto de Aquisgrán, que participó personalmente en la batalla de Maarat: ¡ A los nuestros no les repugnaba comerse no sólo a los turcos y a los sarracenos que habían matado sino tampoco a los perros!".
El respeto por los procedimientos judiciales también resulta patente en la descripción de un "juicio de Dios" aplicado por los cruzados que podemos leer en las páginas 188 y posteriores. Destacamos el comentario: "...para los árabes del siglo XII la justicia era algo serio. Los jueces, los cadíes, eran unos personajes sumamente respetados que, antes de dictar sentencia, tenían la obligación de atenerse a unos procedimientos muy concretos que fija el Corán: requisitoria, defensa, testimonios. El "juicio de Dios" al que los occidentales recurren con frecuencia, les parece una farsa macabra."
El libro tiene una dificultad en su lectura y se refiere a los nombres árabes y las relaciones familiares entre ellos, careciendo de una cierta cronología pues avanza y retrocede en el tiempo con cierta frecuencia. Y se echa de menos un glosario que nos permita entender las diferencias entre los diversos grados (emir, visir, califa, cadí...).
También te hace pensar en la poca seriedad histórica que tiene cualquier película o serie histórica que podamos disfrutar en la gran pantalla o en la TV pues siempre se mantienen valores como el honor, la lealtad, el sacrificio....cuando todo eso no forma parte de los valores de la época y lo que se practica y prevalece es la avaricia, el poder, el fin lo justifica todo, la traición, el engaño, los abusos, asesinatos, robos, usurpaciones....

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