Ahora resulta que la “víctima” de las estafas, comisiones,
inducciones a la corrupción y sobres con dinero “negro” del extesorero del PP,
Luis Bárcenas, es el propio Partido Popular.
Que por otra parte resulta “beneficiario a título lucrativo”
(así es como se define al que se queda con el dinero irregular, desde el caso
del sr. Sepúlveda y su exesposa Ana Mato).
Además de ponernos boca abajo para que se nos caiga la
calderilla que quede en los bolsillos de los ciudadanos y que se nos acumule la
sangre en la cabeza impidiéndonos pensar correctamente, deben estar convencidos
que somos todos gilipollas.
Son nuevas visiones de una realidad, como la “movilidad
exterior” que decía Fátima Báñez, la
justificación de la retirada de la cobertura de la sanidad pública a los
españoles de más de 26 años que no estuviesen cotizando “porque nuestros
jóvenes son muy sanos y no la necesitan” que anunciaba Ana Mato, o el
“crecimiento moderado” de los salarios que explicaba Cristóbal Montoro, o la
“pérdida de miedo a encontrar trabajo” que comentaba recientemente Luis de
Guindos.
Así que ya lo saben, los perjudicados por las tropelías de
Bárcenas no son los españoles a los que se robó, tampoco las empresas que
tuvieron que pasar por caja. Son los que
gozan de mejores instalaciones, de más dinero para “coleguillas” (o para ellos
mismos), o para pagar a profesionales que nos embauquen con cantos de sirena
para que los representantes políticos de
ese partido puedan seguir mangoneando las arcas públicas, que es en definitiva
lo que les importa.
No les basta con “cobrarse” la pieza. Como buenas aves
carroñeras todavía queda la “piel de toro” para negociar con ella y al final venderla al mejor postor.
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