miércoles, 20 de noviembre de 2019

Ave Fénix



Parece una larga travesía del desierto, pero hay que reconocer su perseverancia, confianza en sí mismo y fe en el objetivo. Pedro Sánchez tiene un mérito extraordinario. Llegar a ser presidente del país en contra de la oposición, y de su propio partido, no es fácil. Recordemos algunos acontecimientos no tan lejanos:
  • Sus propios compañeros de partido le impidieron pactar con Podemos, hace ya tres años.
  • Albert Rivera le engañó apoyando su investidura, pero sin poder pactar con Podemos, y fracasó. 
  • Cuando se negó a apoyar un gobierno que negaba la corrupción de su partido y dirigentes, tuvo que abandonar la secretaría general y el escaño.
  • Inicio una nueva andadura. Reconquistó la secretaría general, pese a la oposición interna del partido, y recuperó escaño. Presentó moción de censura a Rajoy y fue presidente.                   
  • Le hicieron la vida imposible. No podía legislar ni presupuestar. Convocó elecciones y  ganó, pero otra vez le impidieron que sumase con sus aliados naturales. Hubo que repetir elecciones y el resultado fue similar. Antes de que nadie reaccionase (establishment incluido), firmó un acuerdo con Iglesias.
Ahora ambos líderes no deben enfrascarse en gestas que no compartan. Ignoren a Vox, no entren en su juego. Si tienen que respetar a sus tres millones de votantes, más deben respetar a los diez millones que les han votado a ustedes, así que cuando vayan a decirles tonterías, groserías y descalificaciones desde el púlpito del Congreso, que lo harán porque no saben hacer otra cosa, levántense y salgan a tomar un café.
Dejen lo de las puertas giratorias para más adelante, que sean las propias grandes empresas las que, viendo que ya no les sirven los políticos en sus consejos, se deshagan de ellos. Mucha vaselina, mano izquierda y soluciones parciales a temas territoriales como el conflicto catalán. No se enfrenten ustedes, ni enfrenten a los catalanes entre ellos ni con el resto del país.
Ni caso a lo que dicen los jarrones chinos. Al final de la película, los intereses de Felipe González y José María Aznar son los mismos. Al principio, en el primer caso, eran diferentes, pero ahora ya no. 
Cumplan su agenda social y, dentro de cuatro años, mayoría absoluta.


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