jueves, 12 de octubre de 2017

La encrucijada


El presidente de la Generalitat de Cataluña ha sido emplazado por el presidente del gobierno de España para que responda sobre si el pasado martes declaró la independencia de Cataluña en el Parlament.

Las posibilidades que se abren, de entrada, son dos: contestar o no hacerlo. Parece que la segunda no sería políticamente correcta ante la tensión política suscitada así que vamos a ver las posibilidades de respuesta y sus consecuencias:

a) Carles Puigdemont puede decir que no, que no declaró ni por un instante la independencia.
Haría un flaco favor tanto a sus correligionarios, partidos políticos que le llevaron a la presidencia de la Generalitat, como a los ciudadanos votantes independentistas que se sentirían engañados y vejados en el resto del Estado, siendo una vergüenza que acabaría con el desprecio general hacia su persona. Significaría su final político y diría que hasta profesional, porque tendría que emigrar bien lejos para pasar desapercibido y no soportar las mofas de quienes le reconociesen por la calle, a él y a su familia. Por lo que creo que hay desestimar esta posibilidad.

b) O puede decir que sí, que declaró la creación de la República catalana aunque, por imposibilidad material de llevarla a cabo por la complejidad de trasferencias necesarias y deseo de hacerlo sin ruptura diplomática con España, la dejó en suspenso hasta culminar las negociaciones para hacerla efectiva.
En este caso podemos asegurar que Mariano Rajoy aplicará el artículo 155 de la Constitución española, dejando en suspenso la autonomía de Cataluña, cesando a sus autoridades (de la Generalitat, Parlament, etc.) e "insinuará" a jueces y fiscales la conveniencia de arrestar al presidente Puigdemont por sedición.

Por lo tanto, en este último y más probable caso se abren otras dos posibilidades:

1. Carles Puigdemont decide convertirse en "víctima" y entrar en prisión, convencido de que habrá países europeos que solicitarán su puesta en libertad. La alternativa es que, como en tiempos pasados, el "pueblo español" se manifieste ante el palacio de Oriente, aclamando a su jefe de Estado y presidente de Gobierno, protestando por la injerencia extranjera (esperemos que no se atribuya a masones y comunistas que nos siguen envidiando) y, ante las más que previsibles confrontaciones entre los que apoyen a unos u otros las cosas vayan volviéndose cada vez más que violentas. Aunque en poco tiempo debería ser amnistiado, en el camino habría muchos detenidos, heridos y vaya usted a saber. No me parece aconsejable ni deseable por parte de nadie con dos dedos de cabeza, que no necesariamente tiene que ser la mayoría.

2. Da la respuesta desde la frontera, previa solicitud de asilo político en algún país de la UE que, a buen seguro, se la concedería. Designa un gobierno en el exilio y crea más tensiones en las relaciones exteriores al gobierno de M. Rajoy, que pasaría a ser el primer gobierno de la "democracia" con asilados políticos en la propia UE a la que pertenecemos. Sería inaudito, vergonzoso para gobernantes y país, insostenible (con países que, poco a poco, irían exigiendo al gobierno de España reconducir la situación y normalizarla). No se produciría más violencia que alguna manifestación pacífica y la "pelota" iría creciendo, en el terreno de juego del gobierno español.
Así hasta que de nuevo, con un proceso pactado, Puigdemont volviera a aparecer en Barcelona y dijese de nuevo: Ya soc açí.

Se admiten apuestas.

No hay comentarios: