jueves, 7 de enero de 2021

Autoflagelándome


Habiéndome trasladado de domicilio durante el pasado año, aparecieron colecciones de libros que conservaba en espera de que llegase el día de poderlos leer o releer, según los casos. Aprovechando el confinamiento debido a la pandemia del coronavirus, decidí leer una obra clásica sobre la que todos los estudiantes tienen cierta idea pero que, como si se tratase de una asignatura pendiente, tenía ganas de leer en su totalidad y no simplemente algunos pasajes. Está escrita por el poeta más grande de la literatura italiana, que da nombre a muchas sociedades culturales, Dante Alighieri.

Está claro que está escrita en la Edad Media, donde los conocimientos del personal brillaban por su ausencia, y se funcionaba mediante el mecanismo: palo-acción; es decir, a base de tener atemorizada a la población y venderles "la moto" de ganarse el futuro. Y si era eterno, mejor, se les podía apretar más. Desde luego debió dejar contenta a la Iglesia de la época, y a la aristocracia que ocupaba esa posición privilegiada....por la gracia de Dios. Cosa que, lamentablemente llega hasta nuestros días, con un Francisco Franco, caudillo de España por la Gracia de Dios, como podíamos leer en las monedas de curso legal de la época, o sus herederos políticos pues, como todos sabemos, los reyes encarnan la intermediación entre Dios y el resto de los mortales. Con las leyes civiles, si te pillaban en algún “renuncio”, ibas a tener que responder de tu osadía pero había algo peor, si conseguías escabullirte de los poderes terrenales, prepárate para lo que te esperaba para toda la eternidad. Y, como folleto publicitario, nada mejor que la descripción del poeta para que nadie se descarriase. Así lo tenía asumido, como un guión del miedo que había que tener al poder establecido por sus “vinculaciones” con el poder divino.

Pues bien, leído en estos tiempos, el contenido de la obra no hace más confirmar que, si existe un Dios y es como el que refleja Dante, estamos ante un Dios vengativo, sádico, hedonista y sin piedad, sin otra razón que la suya, y vamos todos de cráneo. Esperemos que, tras esta vida, podamos descansar en paz eternamente y, si existiese un Dios, que no tenga nada que ver con el descrito y sea más comprensivo. Lo que no quiere decir que no sea justo, pero que tenga en cuenta los agravantes, o atenuantes, a nuestras acciones.

Entiendo que pueda parecer que exagero pero, para que no haya duda, aquí va un "resumen" de diversos textos de la obra, edulcorados con alguno de mis pobres comentarios....Amén.


La Divina Comedia


En el primer Canto del Infierno ya anuncia lo siguiente:

“…esa fiera que te hace prorrumpir en tales lamentaciones no deja pasar a nadie por su camino, sino que se opone a ello matando al que a tanto se atreve. Su instinto es tan malvado y cruel que nunca ve satisfechos sus ambiciosos deseos, y después de comer tiene más hambre que antes. … te sacaré de aquí para llevarte a un lugar eterno, donde oirás aullidos desesperados; verás los espíritus dolientes de los antiguos condenados, que llaman a gritos a la segunda muerte. Verás también a los que están contentos entre las llamas, porque esperan, cuando llegue la ocasión, tener un puesto entre los bienaventurados (los que están en el Purgatorio)…”

 El Canto cuarto describe algo que, desde luego a mí, parece de una profunda injusticia:

“Dante desciende al primer círculo del Infierno, que es donde está el Limbo. Allí encuentra las almas virtuosas o inocentes de los que no pudieron recibir el bautismo. … Allí, según pude advertir, no se oían quejas, sino solo suspiros, que hacían temblar la eterna bóveda, y que procedían de la pena sin tormento de una inmensa multitud de hombres, mujeres y niños….. Quiero que sepas que éstos no pecaron; y si contrajeron en sus vidas algunos méritos, no es bastante, pues no recibieron el agua del bautismo, que es la puerta de la Fe que forma tu creencia. Y si vivieron antes del cristianismo, no adoraron a Dios como debían: yo también soy uno de ellos (confiesa Virgilio). Por tal falta y no por otra culpa estamos condenados, consistiendo nuestra pena en vivir con el deseo (de ver a Dios) sin esperanza.”

Allí reconoce a César, Saladino, Aristóteles, Sócrates, Séneca, Platón, Heráclito, Averroes, Euclides, Ptolomeo, Hipócrates, Galeno… O sea, como naciste antes de que viniese Jesucristo… todas esa generaciones de la humanidad quedan condenadas por no haber podido ser bautizadas. ¡¡¡Vaya Juez!!!

 El Canto VII lo dedica al cuarto círculo del Infierno. Los condenados a chocar unos contra otros eternamente, por haber sido pródigos o avaros:

“Atravesamos el círculo hasta la otra orilla, no lejos de un hirviente manantial, que vierte sus aguas en un arroyo que le debe su origen y cuyas aguas son más bien oscuras que azuladas; y bajamos por un camino distinto siguiendo el curso de tan tenebrosas ondas. Cuando aquel arroyo ha llegado al pie de la playa gris e infecta, forma una laguna llamada Estigia (palabra griega que significa odio, tristeza y horror); y yo que miraba atentamente, vi algunas almas encenagadas en aquel pantano, completamente desnudas y de irritado semblante. Se golpeaban, no solo con las manos, sino con la cabeza, con el pecho, con los pies, arrancándose la carne a pedazos con los dientes.”

 En el canto XIII, sobre los violentos suicidas:

“…fuimos sorprendidos por un rumor, a la manera del que se siente al venir un jabalí y los perros hacia el sitio donde uno está apostado, que juntamente oye el ruido de las fieras y el fragor del ramaje. Y he aquí que aparecen a nuestra izquierda dos infelices, desnudos y lacerados, huyendo tan precipitadamente, que rompían todas las ramas de la selva. El de delante: <¡Acude, acude, muerte!>, decía; y el otro, que no corría tanto: -<Lano, tus piernas no eran tan ágiles en el combate del Toppo.>- (entre florentinos y los de Arezzo). Y sin duda, faltándole el aliento, hizo un grupo de sí y de un arbusto (ocultándose detrás). Detrás de ellos estaba la selva llena de perras negras, ávidas y corriendo cual lebreles a quienes quitan su cadena. Empezaron a dar terribles dentelladas a aquél que se ocultó, y después de despedazarle, se llevaron sus miembros palpitantes.”

 El canto XVI lo acaba dando un curioso consejo:

“El hombre debe, siempre que pueda, cerrar sus labios antes de decir una verdad, que tenga visos de mentira; porque se expone a avergonzarse sin tener culpa”.

Dante advierte que no se deben narrar las cosas increíbles, aunque sean verdaderas; porque la verdad que tiene visos de mentira avergüenza al narrador, haciéndole pasar por mentiroso sin culpa suya.

El canto XX está dedicado a la cuarta fosa del octavo círculo, la de los adivinos, que caminan hacia atrás con la cabeza vuelta al revés. Viendo Dante el fondo, bañado de lágrimas de angustia, y a una comitiva que lloraba en silencio tiene esta experiencia:

“… cuando vi de cerca nuestra humana figura tan torcida, que las lágrimas le caían por la espina dorsal. Yo lloraba en verdad, apoyado contra una de las rocas de la dura montaña, de suerte que mi Guía me dijo: -¿Tú también eres de los insensatos? Aquí vive la piedad cuando está bien muerta.” (esto es: la piedad consiste aquí en no tener ninguna, porque no debe sentirse compasión al mirar en los pecadores los efectos de la justicia divina). También hay otra conclusión inmediata, distingue a los adivinos, para los que está este círculo del Infierno, de los profetas que, como son de “casa” y gozan de información “privilegiada, lógicamente nos los encontraremos en el Paraíso.

O lo que es lo mismo, ninguna piedad para el pecador, ni atenuantes ni dudar lo más mínimo.

 Terminaré el resumen del recorrido por el Infierno con el canto XXXIV, dedicado a los traidores a sus bienhechores, con presencia de Judas y de Lucifer.

“Estaba ya –con pavor lo digo en mis versos- en el sitio donde las sombras se hallaban completamente cubiertas de hielo, y se trasparentaban como paja en vidrio. Unas estaban tendidas, otras derechas; aquéllas con la cabeza, éstas con los pies hacia abajo, y otras por fin con la cabeza tocando a los pies como un arco. Cuando mi Guía creyó que habíamos avanzado lo suficiente para enseñarme la criatura que tuvo el más hermoso rostro, se colocó delante de mí, e hizo que me detuviera. –He ahí a Dite (Lucifer, que antes de su caída, fue el más hermoso de las ángeles), me dijo, y he aquí el lugar donde es preciso que te armes de fortaleza. ….No quedé muerto ni vivo: piensa por ti, si tienes alguna imaginación, lo que me sucedería viéndome así privado de la vida sin estar muerto.”

Hace una comparación de los tres rostros con que describe a Lucifer, que simbolizan los tres vicios generadores de todo mal, a saber: la soberbia, la avaricia y la lujuria.

 

Cuando llegamos al Paraíso nos encontramos un “cielo” un tanto aburrido. Todo son luces, giros, ascensiones…al ritmo de cánticos en latín, salmos y alabanzas, que se permiten “examinar” a Dante para comprobar si es digno de estar por allí.

Si en el infierno se describen unas torturas propias de un ser justiciero pero férreo (dudo mucho de la existencia de crímenes terrenos, efímeros, que sean merecedores de una eternidad de sufrimiento) pero nada misericordioso, cuando llegamos al paraíso nos encontramos una corte de aduladores que no cesan de celebrar a un “jefe” muy egocéntrico y todopoderoso. Por cierto, casi todos son profesionales (santos, o Papas o clérigos) y no hay referencias a personas llanas, desconocidas, que no dejaron huella de su paso para la historia.

Hay que aclarar que la obra parece un compendio de historia, pues las referencias a personajes anteriores a la vida de Dante, retrocediendo hasta los clásicos, es permanente y las relaciones entre los citados así como algunos de sus hechos, son descritos en las abundantes notas a pie de página.

Me atrevo a decir que, o bien el poeta o el traductor de la obra, pero me inclino por el primero, tienen cierta confusión con orientaciones geográficas pues, aun siendo también bastante abundantes las descripciones del texto, cometen algunos errores. Por ejemplo, en el canto I explica que:

“En el monte del Purgatorio amanecía; en el hemisferio opuesto era ya de noche, como queda explicado en otros pasajes”

En el hemisferio opuesto, sobre el mismo meridiano, es la misma hora solar y tenemos similar iluminación. Otra cosa es si nos vamos a las antípodas o los periecos, pero en los antecos, como en el resto de puntos del meridiano, no hay variación.

Tampoco tienen muy clara la diferenciación de objetos siderales, tal y como definen en el canto II:

“Eleva tu agradecida mente a Dios, que nos ha transportado a la primera estrella (a la Luna, que es el planeta más próximo a la Tierra)”

O sea, la Luna la denomina planeta y estrella, a la vez. Ahí es nada.

En el canto III:

“El poeta encuentra en la Luna las almas de los que no cumplieron enteramente los votos hechos a Dios; por lo cual gozan de menor grado de gloria que los demás bienaventurados”

Lo curioso del caso es que alguno de esos votos dejaron de cumplirse por la fuerza, pero eso no les valió como causa justificada para poder alcanzar un nivel más alto en el Paraíso, aceptando además lo servil de su situación.

“Nuestros afectos, a quienes sólo infama el amor del Espíritu Santo, se regocijan en el orden designado por él, y nos ha cabido en su8erte este sitio que parece tan bajo, porque descuidamos nuestros votos y, en parte, no fueron observados”.

“Hermano, la virtud de la caridad calma nuestra voluntad, y esa virtud nos hace querer solamente lo que tenemos y no apetecer nada más. Si deseáramos estar más elevadas, nuestro anhelo estaría en desacuerdo con la voluntad de Áquel que nos reúne aquí, desacuerdo que no admiten las esferas celestiales, como verás si consideras bien que aquí es condición necesaria estar unidas a Dios por medio de la caridad y la naturaleza de esta misma caridad.”

Así se manifiesta Piccarda, a la que su hermano Corso Donati secuestró del convento de Santa Clara, con la complicidad de Farinata y otros doce hombres de mala vida, para obligarla a casarse. Contando también el caso de Constanza, que está con ella, hija de Ruggiero, rey de Pulla y de Sicilia que, tras haberse hecho religiosa en Palermo, fue sacada a la fuerza del palacio real donde llevaba una vida de religiosa de retiro y dada en matrimonio al emperador Enrique V de la casa de Suabia, hijo de Federico Barbarroja.

En el canto IV Piccarda sigue manifestándose de la siguiente forma:

“Muchas veces, hermano, sucede que, por huir de un peligro, se hace con repugnancia aquello que no debería hacerse; como Alcmeón, que, a instancias de su padre, mató a su propia madre, y por no faltar a la piedad se hizo despiadado. Con respecto a este punto, quiero que sepas que, si la fuerza y la voluntad obran de acuerdo, resulta que no pueden excusarse las faltas. La voluntad en absoluto no consiente el daño; pero lo consiente en cuanto teme caer en mayor pena oponiéndose a él.”

En el canto V, estando en el planeta Mercurio, segundo cielo, Beatriz dice a Dante esta obviedad:

“Abre el espíritu a lo que te presento y enciérralo en ti mismo, pues no proporciona ciencia alguna oír sin retener”

Ya en el canto XI hace un resumen de las aspiraciones de la mayoría de los humanos:

“¡Oh insensatos afanes de los mortales!¡cuán débiles son las razones que os inducen a bajar el vuelo y a rozar la tierra con vuestras alas! Mientras unos se dedican al foro, y otros se entregaban a los aforismos de la medicina y éstos seguían el sacerdocio, y aquéllos se esforzaban en reinar por la fuerza de las armas, haciendo creer en su derecho por medio de sofismas y algunos robaban, y otros se consagraban a los negocios civiles y muchos se enervaban en los placeres de la carne, y bastantes por fin se daban a la ociosidad, yo, libre de todas estas cosas, había subido con Beatriz hasta el cielo, donde tan gloriosamente fui acogido”

En el canto XII podemos observar el nivel de permisividad para con los “enemigos”:

“En Callaroga (Calahorra) nació el apasionado amante de la fe cristiana (Santo Domingo, en 1170), el santo atleta, benigno para los suyos, y cruel para sus enemigos. Apenas fue creada, su alma se llenó de virtud tan viva, que en el seno mismo de su madre inspiró a ésta el don de la profecía (la madre de Santo Domingo soñó que pariría un perro blanco y negro con una antorcha encendida en la boca. Los hechos correspondieron al simbolismo de este sueño)”

A su vez, en el canto XIII se debieron inspirar muchos políticos de palmada en pecho” que, sin ser ellos mismos los ladrones, dejaron que sus correligionarios lo fueran, mirando para otro sitio y aceptando que no cayesen esos recursos en manos de sus competidores, no fuera a ser que hicieran mejor uso:

“Los hombres no deben aventurarse a juzgar, como hace el que aprecia las mieses en el campo sin estar granadas, porque he visto primero el zarzal áspero y punzante durante todo el invierno, y luego cubrirse de rosas en su cima y he visto a la nave  surcar el mar recta y veloz durante su viaje, y perecer a la entrada del puerto. No crean doña Berta y seor Martino (nombres usados antiguamente para significar gentes de poco cacumen), por haber visto a uno robando, y a otro haciendo ofrendas, verlos del mismo modo en la mente de Dios, porque aquél puede elevarse y éste caer.”

Como valenciano con memoria, me pregunto qué pasaría con los Zaplana o Cotino, entre otros muchos, que hacían las dos cosas a la vez.

El Canto XIV aclara ciertos aspectos de la resurrección de los muertos:

“Cuando nos revistamos de la carne gloriosa y santa, nuestra persona será mucho más grata a Dios y a nosotros, porque estará completa; entonces se aumentará lo que de su gratuita luz nos da el Sumo Bien, luz que nos permite contemplarle….este fulgor que ya nos rodea será vencido en apariencia por la carne, que todavía está cubierta por la tierra y un esplendor tan grande no podrá ofendernos, porque los órganos del cuerpo serán bastante fuertes para todo lo que pueda deleitarnos”

El canto XXII especifica temas patrimoniales materiales:

“La más sórdida usura no es tan contraria a la voluntad de Dios como lo es el fruto de esas riquezas que tanto enloquecen el corazón de los monjes; porque todo lo que la Iglesia guarda pertenece a aquéllos que piden por Dios, y no a los parientes o a otros más indignos (Todo lo que sobra a la Iglesia, después de mantener el culto y sus ministros, pertenece a los pobres, y no a los parientes del clero, u otras personas menos dignas, como queridas, hijos bastardos, etc.)”

Cuando va finalizando el recorrido del poeta por el Paraíso, en el canto XXXII, observa una perspectiva en donde se encuentran algunas sorpresas. Denomina “rosa celestial” la distribución de los santos y dice:

“La herida que María restañó y curó fue abierta y enconada por aquella mujer tan hermosa que está a sus pies (refiriéndose a Eva, que abrió la enconada herida del pecado, está en el primer puesto a los pies de María, que restañó y curó aquella herida”.

No deja de ser curioso que Eva, la que induce al primer pecado de la humanidad, con la tentación de la manzana prohibida, y significa la expulsión del Paraíso de toda nuestra especie, esté en los primeros niveles de felicidad eterna. Igual era una “enviada” que cumplía órdenes del jefe, pues tampoco está mal lo que se explica más adelante:

“El Rey por quien este reino reposa en tanto amor y deleite, que ninguna voluntad se atreve a desear más, creando todas las almas bajo su dichoso aspecto, las dota según quiere de más o menos Gracia; en cuanto a esto, baste conocer el efecto (téngase por suficiente conocer el efecto, sin querer investigar los secretos inaccesibles de Dios).”

O sea, olvídate del “libre albedrío” y acepta la predestinación. Te pongas como te pongas.

En el canto XXXIII (el último) se despejan todas las dudas, en primer lugar dirigiéndose a la Virgen María:

“En tu seno se inflamó el amor; es decir, por la encarnación del Verbo divino se encendió el amor de Dios hacia la raza humana, debilitado por culpa de Adán”

O sea, dicho de otra manera, Dios nos cogió “ojeriza” por culpa de la debilidad de Adán, no por la tentación de Eva que, como acabamos de ver, estaba disfrutando en lo alto del Paraíso. Esa forma de actuar…¿ tendrá algo que ver con posiciones machistas?

Uno de los últimos párrafos tampoco tiene desperdicio:

“Oh!, luz eterna, que en ti solamente resides, que sola te comprendes, y que siendo por ti a la vez inteligente y entendida, te amas y te complaces en ti misma! (aquí se expresa la idea de la Trinidad: Luz inteligente, el Padre; intendente y entendida, el Hijo; y el amor y la complacencia del Padre y del Hijo es eñ Espíritu Santo.”


Yo me lo guiso y yo me lo como. Rien ne va plus.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 



 

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