Hay
ocasiones en las que se siente vergüenza ajena por pertenecer al colectivo que
nos rodea.
Un
argumento estándar, aunque hipócrita, para defender nuestra posición ideológica
es decirle al interlocutor discrepante que parece mentira, con lo listo,
inteligente y preparado que está, que diga lo que dice. Es una forma de poner
en entredicho su incuestionable capacidad, abriendo una brecha en su
autoconfianza, no se vaya a creer que sabe tanto como nosotros.
Recurrir
a la objetividad, al análisis de los datos, no es una táctica usual. Sobre todo
para los que, como ellos mismos dicen, no necesitan esos recursos porque ellos si
están posesión de la verdad. Al menos yo me he encontrado en más de una ocasión
ese triste argumentario.
Criticar
decisiones y sobreactuaciones de Isabel Díaz Ayuso es fácil. Con ella no van los párrafos anteriores. Basta con un
ejemplo, sus posiciones durante estos meses a cuenta de la pandemia, dejando de
lado sus “posados”.
En
la primera ola, criticaba al gobierno central junto otros presidentes
autonómicos, por interferir las competencias sanitarias transferidas a sus
gobiernos territoriales. Su partido votaba una y otra vez contra la prórroga de
los estados de alarma por restringir las “libertades” de los ciudadanos.
Durante
la segunda oleada, el gobierno central trataba de coordinar a los gobiernos
autonómicos como responsables de las medidas a tomar en sus zonas, ella también
criticaba al presidente por “escaquearse” de sus responsabilidades y no ser suficientemente autoritario e invadir las competencias de las autonomías.
Al comienzo de la tercera ola, la crítica era por no dar un mayor porcentaje de vacunas a la Comunidad de Madrid pese a que vemos que carecen de recursos para administrarlas. Pocos sanitarios, desmantelando unos centros para vestir “su” hospital nuevo, con una saturación de contagios que no pueden atender, la liberan para subcontratar y acudir a lo privado. A lo que puede pagar comisiones y dar empleo de calidad, en el futuro…para ellos, como ocurrió con el sr. Güemes sin ir más lejos.
Y sigue habiendo quien les vota.
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