lunes, 13 de enero de 2014

No nos equivoquemos


Rajoy está hoy en la Casa Blanca y, presumiblemente, los medios de comunicación afines nos van a bombardear en los próximos días con el espaldarazo de Obama a los resultados que las políticas impuestas dicen que están teniendo.

Vamos a jugar a las parábolas, a ver si nos entendemos:
Érase una vez una familia tradicional compuesta por un matrimonio (hetero, como la mayoría), que vivía cómodamente con los ingresos medios obtenidos del trabajo del padre de familia. La esposa se dedicaba  a las labores domésticas. El hijo mayor estaba en la Universidad con unos resultados sin brillantez pera avanzando poco a poco. La hija mayor, agraciada ella, estudiaba enfermería. Los pequeños estaban estudiando secundaria, en centros privados.
Un buen día, un ERE que la reforma laboral facilitó puso en la calle al padre. Como ya era cincuentón, empezó a pasar el tiempo y no encontraba trabajo. Se fueron agotando indemnización y prestaciones por desempleo. Lo peor surgió con un problema sanitario. Al haber finalizado el paro ya no tenían protección sanitaria pública, tal y como quedaron las coberturas tras la modificación con los recortes de sanidad. Las enfermedades usuales (gripes, garganta, descomposiciones......) acabaron con los últimos recursos económicos y surgió la imposibilidad de hacer frente a los pagos de la hipoteca. Les quedaban unos ahorrillos pero, al haberlos invertido en preferentes por consejo del asesor de su Caja, estaban pendientes de resolución judicial.
Y empezó a no ser cierto lo que dijo la secretaria general del partido del gobierno cuando aseguró que los españoles lo último que dejaban de pagar era la hipoteca de su casa porque había que comer. Y la nevera empezaba a estar vacía.

En una circunstancia como la descrita el padre, como cabeza de familia, tomó las siguientes decisiones:

La esposa ayudaría a unos vecinos que tenían trabajo y habían tenido que sacar a suegros y consuegros de la residencia de la tercera edad en la que estaban porque, no pudiendo atenderlos ellos, ahora tampoco podían abonar las cantidades que, como copago, exigían en su comunidad autónoma. Quizá conseguiría unos ingresos que, con alguna propina por limpiar la casa, hacerles la comida y echarles un vistazo de vez en cuando, vendrían muy bien a la economía familiar.
El hijo mayor dejaría los estudios porque, con el futuro que iba a tener de todas maneras y no siendo una lumbrera, no sería aceptado en una universidad en búsqueda de la excelencia que, con unas tasas importantes y con la incapacidad para obtener unos resultados suficiente , no le concedería beca. Así que se pondría de aprendiz con un amigo que no le pagaría nada en un principio, pero no costaría dinero y aprendería un oficio.
La hija mayor iba a ser la más afortunada. Se pondría a trabajar de public-relations. Con horario nocturno pero, aunque no iba a tener seguridad social, iba a cobrar en metálico y en "negro" todos los días. Además, iba a poderse poner muy guapa porque en el trabajo le exigían buena presencia.
Los dos pequeños dejarían el colegio privado y trataría de ver si conseguían plaza en algún colegio público que no estuviese demasiado lejos.

Enterado del plan, el director de la sucursal bancaria en donde se habían producido los primeros impagos de la hipoteca, se personó en casa de nuestros protagonistas y, emocionado, propinó un fuerte abrazo al responsable del plan felicitándole por haber puesto en práctica las medidas necesarias para poder seguir abonando la deuda y deseando la pronta llegada de tiempos mejores.


El representante del libre mercado felicitará a nuestro presidente por los planes puestos en marcha que permitirán afrontar la deuda exterior, que no ha dejado de crecer, tranquilizando a los fondos internacionales acreedores. Y algunos llorarán de emoción.

¿Me he explicado suficientemente?. Pues eso, entendamos bien el mensaje y no compremos lo que tratan de vendernos una vez más, gato por liebre.  

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